En
el informe, los autores identificaron las tres principales
formas que tienen los progenitores de contagiar hábitos
televisivos a sus hijos. La primera es la restrictiva, el tiempo
que pueden permanecer frente a la pequeña pantalla. La segunda
es la instructiva, en la que el contenido televisivo suscita la
comunicación entre padres e hijos, y la tercera es la
permisiva, en la que los padres aprueban el contenido que ven
sus hijos en la televisión.
La
cómoda costumbre de dejar a los niños delante del televisor
para que no importunen demasiado no les hace ningún favor a la
salud de los pequeños. Dos científicos de Nueva Zelanda han
demostrado que ver demasiado la televisión durante la infancia
aumenta las posibilidades de ser obeso de forma más directa que
la mala alimentación o por no hacer ejercicio físico. El 41%
de las personas que tienen sobrepeso a los 26 años de edad
coincide con aquellos que más horas pasaron en su infancia
frente al televisor.
Por
otra parte, el estudio concluye que la televisión es el medio
de comunicación preferido por los niños, por delante de
internet y los videojuegos.
Los
pequeños de entre 2 y 4 años invierten más
de 10 horas a la semana viendo la pequeña pantalla. Los
pediatras aconsejan no superar las 14 horas semanales de
exposición mediática.
Por
último, el Centro para la Libertad de los Consumidores de EEUU
ha iniciado una campaña en contra del sobrepeso bajo el lema
“obesidad: ¿epidemia o exageración?” Pretende negar lo
obvio en el país con más gordos del mundo.
Clemente
Ferrer