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Obesos de familia


La auto-conciencia de obeso y los que viven a dieta
Use la cabeza para adelgazar...


 

¿Obesos de familia o familia de obesos?

Relación entre el lenguaje y la obesidad - La auto-conciencia de obeso y su incidencia en los que viven a dieta

 

LA OBESIDAD ES EL PRODUCTO DE UNA MANERA DE HABLAR Y DE HABLARSE

DE UNA MANERA DE PENSAR Y PENSARSE

 

Las palabras no son inocentes ni ajenas a nuestra manera de sentir. Dependiendo de en qué medida un asunto nos importe estaremos más sensibles a determinadas palabras (relacionadas con el asunto) y menos sensibles, o completamente indiferentes a otras. Palabras como “obesidad”, “dieta”, “sobrepeso” vibran y generan fuertes emociones en aquellos para lo cuales la obesidad es un tema candente, angustiante. Se percibe cargada de emoción especialmente entre quienes se consideran obesos de familia o procedentes de familia de obesos.  Los naturalmente delgados, solo pueden obtener una aproximación a estos impactos emocionales generados por la palabra.  

 

Entendida como enfermedad, la obesidad, como prácticamente la mayoría de las enfermedades debe considerarse la materialización de la conciencia. Es un fruto; la raíz del mismo es de naturaleza emocional-mental. Esto no debe causar asombro: el recién nacido es también la materialización de emociones, sentimientos y pensamientos que alguna vez tuvieron lugar en la mente total, y fueron incubándose hasta que al cabo de unos meses se materializan en algo concreto y lleno de vida. La obesidad es una manifestación del cuerpo reflejando una actitud, ideas, sueños que se engendran en el mundo interior. Lo mismo ocurre con su contrapartida, la extrema delgadez, o con la debilidad.  La obesidad, más precisamente, el sobrepeso, es la materialización, la parte palpable y visible de estos procesos mentales emparentados con en el acto de comer mientras se soporta la ansiedad. Pero la ansiedad es también una producción mental; y en tanto producción mental, podemos reproducirla, re-diseñarla para obtener mejores emociones y mejores producciones.  

Cuando la obesidad es producto de una manera de comer (comer por ansiedad, por ejemplo), cae de maduro que el engrosamiento del cuerpo  es el resultado de esta conducta inapropiada, de este desborde de alimento por sobrecarga emocional. Pero el sobrepeso no solo es el resultado  de la manera de comer, de la clase y cantidad de alimentos ingeridos, es también lo que resulta de lo que uno incorpora mentalmente; es decir, de lo que uno elige ver, enfocar, decir y decirse en medio de ese estado ansioso que obliga a comer. La mente procesa material virtual (ideas, recuerdos, ilusiones, etc) de un modo tan parecido al sistema digestivo que la sabiduría popular no pudo evitar reflejarlo en todos los idiomas.  Uno literalmente "mastica" ideas, "engulle" ambiciones, rechaza o "digiere mal", algunas experiencias de vida, se "traga" emociones, "digiere lento" algunas palabras,sugerencias, etc.  Mientras come con angustia, el individuo se dice cosas y recrea cosas en su conciencia. Siente; y su metabolismo reacciona a sus sensaciones y sentimientos. 

Sin duda el metabolismo, cuya función vital está regida por fuerzas inteligentes termina procesando ese material virtual: la energía de emociones, sentimientos y pensamientos. Traduce material virtual en materia concreta. Todas las personas procesan; no solo los gordos. Mientras que los gordos acumulan y retienen esa materia concreta, los delgados, la rechazan, la expulsan de sus organismos mediante toda suerte de recursos del sistema:  orina, materia fecal, mucosas, o en forma de energía calórica como la transpiración, el orgasmo, etc. 

 

Cuando comemos por ansiedad y engordamos, no debemos concentrarnos exclusivamente en restringir la ingesta, o medir las calorías en los alimentos que ingerimos pues tal enfoque es superficial y a juzgar por la experiencia, los buenos resultados duran poco. Cuando comemos por ansiedad y engordamos lo que se debe curar es el estado ansioso. 

Quien come convencido de que es obeso y de que va a engordar, metaboliza además de los alimentos, esta idea de que "va a engordar". Con esta referencia in-mente, su sistema metaboliza los alimentos ingeridos de un modo diferente de aquél que come de un modo natural, sin problemas, ansiedades alrededor de su figura, sin conflictos ni temores relacionados con su metabolismo ni con la comida. Esta persona con el asunto "adelgazar" presente en su conciencia , que se siente emocionalmente vinculada y afectada por términos como "obesidad", "sobrepeso", "engordar", "dieta", "calorías", mientras come se habla, piensa, elabora imágenes claras o difusas que refuerzan en ella sentimientos negativos y expectativas negativas respecto de la comida y la reacción de su organismo. Por lo general, se dice cosas negativas, pesimistas que otros no se dicen al comer. Esta cadena de palabras, imágenes, sensaciones y sentimientos toma parte activa en el metabolismo y lo afecta. El metabolismo se encarga de reflejar este proceso.

La mayoría de las personas que han establecido un vínculo enfermizo con la comida han adoptado también una manera ofensiva de hablar de sí mismas o de su organismos. Son las que mejor se dejan engañar (cuando no asustar o apurar) por argucias manipuladoras de la cual es víctima. Por ejemplo, la manipulación del lenguaje publicitario. El lenguaje publicitario cuyo único objetivo es vender, está cargado de imágenes y slogans muchas veces ofensivos. Los conocemos, nos resultan familiares. Tomamos por simpáticos a algunos, por exagerados a otros. Creer o convencerse de que los tomamos  con liviandad y que dejamos pasar sus mensajes constituye el primer engaño. 

A la publicidad poco le importa el criterio o sufrimiento ajeno.  El objetivo de la publicidad es vender. Para ello, necesita ocupar un lugar en la conciencia desde donde machacar sobre el producto maravilla de la campaña en cuestión. Y lo logran; cuanto más inocente, serio, profesional nos resulte un mensaje publicitario, más fuerza subliminal tiene. Para productos tales como fitness, alimentación, calidad de vida, resfríos, gripes, dentífricos, remedios naturales, alergias,  y enfermedades menores,  muchos avisos publicitarios se presentan como informes médicos; este tipo de avisos ingresa en la conciencia sin mayores resistencias; se incrusta de este modo una creencia popular que burla los filtros de la razón y consigue inspirar esa confianza necesaria que antecede a toda compra. En el peor de los casos, con este lugar ganado en la conciencia, el producto promocionado obtiene el beneficio de la duda. El cliente potencial gasta demasiada energía pensando o averiguando si lo que dice el comercial será cierto o no.  

Pero no solamente a la publicidad le importa poco el sufrimiento ajeno ni únicamente la publicidad vive de él. Lamentablemente, muchos profesionales de la salud se comportan con mezquindad similar ofreciendo servicios y ayuda que invitan a la sospecha a la persona que piensa y reflexiona. Abundan los tests (desde luego, gratuitos) disponibles desde Internet o en revistas, para definir la tendencia a la obesidad. Si se estudian estos tests con seriedad observaremos que prácticamente el 80% de la población mundial está en "riesgo". Estos profesionales, adhiriendo a ese sueño imposible: el delirio de la juventud eterna y de la frescura y belleza juvenil, parecen olvidar que los tejidos de una persona de 50 años difieren de cuando tenía 20 años. Sin embargo, alientan hacia el desprecio por la adultez e intentan ganarle una batalla absurda al tiempo. Fuerzan tiránicamente un horror muy redituable para ellos. En este mundo obsesionado, con un concepto pre-fabricado de belleza (que es más de plástico que plástica), se hace mucho daño a aquellas personas sugestionables que se dejan convencer con pautas y conceptos orientados en contra de la naturaleza. Aún en estado de buena salud, demasiadas personas caen en la trampa: se sienten enfermas, obesas, en peligro, y entonces sí que se meten en serios riegos probando cuanto tratamiento prometa satisfacciones inmediatas en una loca búsqueda de bajar de peso en tiempo récord. Tal como nos advierte la sabiduría popular: El camino hacia el infierno está plagado de buenas intenciones, y el que calla otorga.   

No es de extrañar, por lo tanto, que tantos profesionales de la salud no solamente evidencien con su silencio  un suspicaz acoplamiento a una forma solapada de discriminación, sino que además representen las voces cantantes más rabiosas contra los auténticos remedios naturales porque, si bien es verdad que en la jungla del culto a la belleza y a la juventud eterna, nunca faltarán los aprovechadores vendiendo de todo un poco, los auténticos remedios naturales echan por tierra sus negocios.  Negocios cuyo basamento consiste en estimular la auto-descalificación y los estados de insatisfacción y desdicha empezando por los medianamente excedidos. Y la palabra seria del médico que se presume serio funciona como el más poderoso slogan de todos los imaginables. Así ha quedado en buena parte del imaginario popular que quien se ayuda con remedios naturales está siendo poco serio, o se encuentra en espléndido estado de salud y no necesita ayuda ni remedios. 

Como todos sabemos, el slogan es parte integrante crucial de todo comercial. Porque el slogan ocupará un espacio en todo diálogo interior vinculado al tema de la campaña en cuestión. Para el asunto "adelgazar", siempre habrá un slogan a pedir de boca en todas las mentes cultas o incultas, informadas o desinformadas. Todo el mundo tiene en sus mentes instalado un slogan que desencadena una serie de imágenes que desencadenan a su vez, una serie de conceptos y una "solución"; conceptos y solución que se recitan de memoria y sin cuestionar. No es de extrañar si tal como afirman, el efecto placebo es el mejor amigo de la publicidad; y la publicidad es la mejor amiga del efecto placebo.  En el ámbito de la medicina, el problema surge y se profundiza cuando el mensaje-aprendizaje publicitario invade las calles; cuando se repiten inconcientemente slogan y bondades del producto en la sala de espera de los consultorios médicos, ente vecinos, en los gimnasios, en las casas de dietética, en las farmacias, y en todo entorno vinculado al negocio del fitness, salud y calidad de vida. Con los remedios de probada eficacia, no se observan mayores peligros. Sin embargo, con los remedios en proceso de observación, los que se promocionan en poblaciones "testigo" sobre las que el área de investigación y desarrollo del laboratorio pone a prueba,  los peligros no brillan por su ausencia. Cuando el slogan se repite adentro mismo del consultorio médico el riesgo asciende hacia una nueva dimensión. Con el pase de la palabra autorizada del médico, la persona ingresa sustancias en su organismo y así es que tantos productos maravilla se han venido tragando sin decir palabra;  sin saber a ciencia cierta qué riesgos se está corriendo, qué consecuencias tendrá en el futuro hasta que al cabo de un tiempo el individuo se entera de fue un número más en las estadísticas alarmantes alertando contra la toma de justamente aquel remedio o producto que estuvo tomando durante un tiempo y con fenomenal liviandad confiando en la recomendación de su médico. En paralelo existe una fuerte campaña instando a desconfiar de los remedios naturales. Fuertes campañas enseñan a las personas a desconfiar de lo que se denomina "medicina alternativa" o remedios naturales. Desde luego, las personas aprenden a desconfiar de estos productos, existe un aprendizaje para ello con muchas vías de instrucción sin descuidar las vías silenciosas, en la forma de miradas, gestos, y así es que tantas personas suelen avergonzarse ante la mirada acusadora o socarrona de estos médicos por haberlos probado alguna vez.  Y las personas desconfían de estos remedios naturales como no desconfían de remedios con componentes químicos agresivos verdaderamente dañinos a la salud; o que se encuentran en etapas de exploración.  

Puede entenderse la relación directa que tiene el lenguaje con la obesidad, entendiendo la obesidad como el resultado de la adicción a la comida y de una manera emocional de comer. La gente se traga emociones, se traga palabras también. Retiene sentimientos, guarda ambiciones, oculta maldiciones etc.  Gracias a la publicidad la gente aprende a soñar, consume anhelos cada vez más inalcanzables. Y traga, oculta y guarda enormes cantidades de envidia y frustración. 

La obesidad, el sobrepeso, la tendencia a engordar son resultantes directos de emociones guardadas que orientan conductas en el organismo. La obesidad es también vivo reflejo de una identidad. El obeso siente o sabe que es obeso, como un francés siente y sabe que  es  francés, como un rubio siente y sabe que es rubio.  Vive en este mundo con esa etiqueta, con esa marca que lo define. La identidad de obeso, la conciencia de ser obeso, le indica al sistema algo, le señala una pertenencia, influye en el metabolismo.  No ocurre lo mismo en quien se siente circunstancialmente excedido de peso: por la misma conciencia de "persona normal", independientemente de los kilos de más,  este individuo temporariamente excedido de peso puede regresar a su peso normal, puede gobernar su actitud frente a la comida porque su metabolismo y su conciencia de sí estarán de acuerdo y colaborando. Son los que "adelgazan más rápido". Entre ellos, se observan personas que aumentan demasiado de peso mientras se encuentran atravesando episodios adversos de la vida. Superado el trance,  regresan a su peso normal. No son ni se consideran obesos, se han permitido ciertas licencias, se han excedido, comprendido y disculpado en sus excesos. Y cuando consideraron que llegó la hora de tomar medidas, las tomaron con seriedad; y con confianza en la respuesta positiva de sus organismos se impusieron, asumieron y respetaron,  un cambio en sus dietas. Mientras estos regresan al peso normal,  "adelgazando sin mayores dificultades" emocionales ni orgánicas, quienes se consideran a sí mismos obesos sin remedio se valen de mil excusas para postergar o anular el inicio de aquellos cambios que resultarán los favorables.  

Quien se considera obeso, proveniente de familia de obesos, lleva por decirlo de algún modo, la obesidad en sus células. Es como si la conciencia de obeso formara parte de su genética,  por tal motivo no puede quitársela de encima. De hecho no logra un cambio definitivo con ninguna dieta; vive a dieta. Quien, en cambio,  está temporalmente excedido de peso pero se considera a sí mismo delgado, adelgaza de un modo más fluido pues no se identifica con ese cuerpo desbordado. Las conductas que manifiesta el organismo de una persona son al fin de cuentas vivo reflejo de las conductas de esa personalidad, y de su auto-concepto. Una vez que el auto-denominado obeso consigue cambiar su conciencia, cambia su aspecto físico porque cambia su actitud general y su personalidad.

La gordura excesiva, el sobrepeso, cuando no son inducidos por medicamentos que estimulen el apetito o produzcan hinchazón, son avisos, síntomas, una señal digna de ser atendida.  Sirve, como todo síntoma, para reflejar, denunciar en primer lugar, la existencia en planos de la conciencia del desarrollo de la identidad de obeso, un patrón mental inconveniente para toda persona.  Y digno de "rebajar". 

La obesidad, el sobrepeso reflejan la sobrecarga emocional que a menudo son la consecuencia directa de una tendencia a acumular, a retener, la dificultad de desapegarse, soltar y liberar, la resistencia a desprenderse de cosas del pasado, de ideas poco alentadoras de uno mismo; o de liberar aspiraciones que serían lícitas. Refleja también, un apego excesivo a creencias, a roles sociales, a pautas de familia o culturales que se adivinan en las conductas del gordo bueno, el simpático, el generoso o por siempre disponible, que se siente "materia dispuesta" para, por ejemplo, comer por hacer compañía. También suelen reflejarse las tendencias a resistir miedos, a contener dudas o celos, ocultarlos en el interior lo cual es muy común en personalidades que callan, y que no pueden comentar o compartir sus preocupaciones o sus pensamientos y ambiciones.   

Los obesos de familia, que recurren a la comida como medio para conseguir propósitos ajenos al acto de alimentarse no han heredado la obesidad; han adoptado un rol, o una modalidad de convivencia. Han adoptado conductas culturalmente aprendidas, acuñadas en el hogar con fines paliativos, sedantes, incluso hipnóticos. Tanto la ineficacia con la comida como puede ser el acto de comer por hacer compañía, como las rumiaciones mentales y su enmascaramiento, son producto de hábitos adquiridos que se pueden corregir. En una impresionante cantidad de casos se observa que la obesidad más que una enfermedad es un recurso: le sirve a la personalidad encubridora como vía solapada de pedir ayuda, comprensión, licencias o cuidados especiales. La obesidad, el sobrepeso indican que se están implementando soluciones equivocadas. Un poco como hacen algunos que toman café para calmarse, despejarse o tranquilizarse, y terminan consumiendo altos grados de cafeína por día, los gordos de familia han aprendido por imitación, a recurrir a la comida para gratificarse, para neutralizar emociones negativas. Y terminan consumiendo comida en cantidades tan grandes como grande es su necesidad afectiva, o de equilibrio 

El lenguaje, la conciencia de sí y el metabolismo guardan una estrecha relación. Operando sobre el lenguaje se observan cambios equivalentes en el metabolismo. Si las correcciones son las acertadas, el metabolismo devuelve la gentileza con cambios deslumbrantes en el organismo lo cual se traduce, enseguida, en cambios deslumbrantes en la apariencia exterior. Estos cambios que se reflejarán en el cuerpo no tardan en hacer eco en el auto-concepto. La persona vuelve a sentirse completamente bien, recuperada íntegramente. Esto es lo que se busca, después de todo, somos seres integrados: una unidad psico-física, cuerpo-mente-espíritu.  Concepto que parecen olvidar los tratamientos que insisten en abordar a la persona de manera fragmentada, los que tratan una barriga, los que pelean con una boca que debe mantenerse cerrada, etc. 

La persona gratamente sorprendida con cambios positivos en su cuerpo, producidos como consecuencia de una mejora en su manera de expresarse, empezará a concebirse a sí misma de un modo que ella misma aprobará con alegría y entusiasmo. Por esta vía, sentirá ese poder interior renaciendo. La relación normal con su organismo retomará de un modo más alentador. Cuando los cambios positivos en el cuerpo se producen como consecuencia de cambios operados por sí misma en su manera de expresarse y de concebirse, estos cambios favorables tienden a perpetuarse; las buenas impresiones tienden a instalarse en la conciencia, y así también tiende a perpetuarse todo cambio en la personalidad que haya resultado positivo y beneficioso. Tienden a multiplicarse y a reforzarse con recuerdos positivos y alentadores que van asomando; con esperanzas que van renovándose.  Tanto más cuanto mayor determinación muestre la persona por incorporar maneras adecuadas y amables de referirse respecto de su persona y de su vida en general. 

Basta recordar una situación de estrés  en la historia personal para verificar la relación directa entre metabolismo y conciencia. La persona se debilita, puede enfermar a causa de un revés de la vida. Lo contrario también se aplica. Basta recordar una situación de alegría extrema, de noticia fenomenal para comprobar que el metabolismo puede iluminarse con estímulos del exterior. Ante una estupenda noticia, en poco tiempo la persona parece renovada, su postura corporal cambia, se hace más erguida; su cuerpo se afina casi sin esfuerzo. No son las buenas noticias sino la energía emocional que ellas despiertan las que hacen gala de su poder transformador, completamente sanador. Mucho más eficaz e integrador que cualquier remedio de última generación. La experiencia demuestra que el cuidado emocional constituye la mejor forma de terapia. En equilibrio emocional la gula desaparece, se normalizan las funciones vitales. Así también se abrillanta el organismo cuando ocurren formidables modificaciones en la conciencia. Una revelación oportuna y útil, un rumor esperanzador, aprender algo que no conocíamos y que renueva las esperanzas, renueva al sistema psico-físico total. El estado emocional del hombre no es ajeno a su entorno; su metabolismo tampoco. El que carga con la conciencia de obeso actuará como tal; aquél que se siente fatalmente obeso, y quien es tratado en su ambiente como obeso sin remedio, perteneciente a familia de obesos, tenderá a engordar con un vaso de agua en franca obediencia a su rótulo, a su rol social y a su conciencia personal.

Factores del entorno inciden en el funcionamiento del organismo de sus integrantes.  Esto es una realidad. Sin embargo, también deben tenerse en cuenta los factores de la personalidad.  En muchas personas es necesario desarrollar emocionalmente una personalidad habilitadora para que pueda incorporar lo bueno del exterior y filtrar lo dañino. Necesitan desarrollar pautas mentales habilitadoras   Pauta mental y metabolismo están íntimamente ligadas, se influencian mutuamente. Ejercitarse en orientar a la mente a enfocar sobre los aspectos potenciadores de la conciencia y minimizar aquellos otros que causan pena, daño o dolor, es colaborar con la mente en pos del buen funcionamiento del metabolismo. Aquellos convencidos de su condición de obeso y que viven esta condición como destino infranqueable, encuentran beneficios asombrosos y realizan progresos magníficos gracias al cambio de conciencia. En las personas excedidas de peso, este ejercicio se traduce en un regreso al peso normal. Mediante esta vía, el regreso al peso normal no atraviesa procesos traumáticos sino que asciende por caminos más felices. La apariencia exterior deslumbrante indica un mundo interior igualmente rico, poderoso, firme, saludable. Un mundo interior del que muchos gozan pero que otros deben construirse.  

El lenguaje utilizado estratégicamente para colaborar con una dieta colabora con el metabolismo; ayuda a suavizar el campo emocional. El campo emocional es el que da vida, energiza al metabolismo, (o todo lo contrario; el que lo demora y debilita como ocurre con los obesos de familia y su manera de pensar y de hablar). El uso estratégico del lenguaje contribuye a expandir las percepciones que se tienen de uno mismo. Algunas partículas del lenguaje empleadas a tiempo funcionan como un timbre, una llamada de atención, una provocación para que el individuo consiga reconocer su capacidad de múltiples respuestas como así también, para reconocer las magníficas  capacidades que tiene su organismo para re-estructurarse. El lenguaje conduce, impulsa al metabolismo, y éste, a su vez, colabora con al cuerpo en su regreso a los contornos normales.

Dicen, no sin razón, que las palabras sirven para disfrazar verdades. Lo importante de esta observación es que las palabras sirven ¡y mucho!. La palabra es el medio informante y manipulador por excelencia. Un buen uso de la palabra hablada o pensada abre la puerta a grandes transformaciones en la vida de todas las personas.

La palabra genera sensaciones. Quien se siente obeso, sentirá fuertes sensaciones ante la mera lectura o pronunciación de la palabra “obesidad”. Sensaciones que no percibirán los otros leyendo o pronunciando la misma palabra.

Los que se consideran obesos de familia merecen aprender y vivenciar los alcances del buen uso del lenguaje. El lenguaje se constituye en recurso fundamental para promover cambios de conciencia y cambios de actitud. El buen uso del lenguaje despierta a la conciencia. Por ejemplo, aquella persona que come por ansiedad, por no tener las cosas claras deja este hábito cuando, gracias al lenguaje transformador empieza a clarificar sus verdaderos asuntos. La claridad mental disipa la ansiedad. Aquél otro que come cuando todos comen, que come porque come con su familia, aprenderá a utilizar las pautas del lenguaje que le ayudarán a diferenciarse y a relacionarse mejor consigo mismo y comer cuando, y lo que su cuerpo necesite. Conseguirá una sana diferenciación: una diferenciación con ausencia de ansiedad, culpa o angustia, que le permita el desarrollo libre y saludable de su identidad. Notará resultados magníficos en su cuerpo la persona que deja de comer por ansiedad , por aburrimiento, por sobre-identificación, por envidia, remordimientos o por la emoción negativa que se encuentre circulando en su sistema.  Cuando resuelve esa emoción perturbadora que la induce a llevarse algo a la boca como medio compensatorio o para llenar un vacío, resuelve mucho más que una manera enfermiza de comer. Consigue mucho más que mantener la boca cerrada. Recupera su autonomía; paso fundamental en el camino de la recuperación de la autoestima.  En el momento en que descubre que puede usar concientemente y con autoridad algunas pautas del lenguaje que usa todos los días y se lanza a jugar con ellas, ocurre lo que ocurre en un taller literario o de cualquier disciplina artística: van saliendo a flote realidades, habilidades y creaciones que no aparecen tan claramente en lo cotidiano cuando no se sume en una práctica deliberada de desbloqueo.  Y estas nuevas realidades lo sitúan en un nuevo contexto alentándolo a sentir distinto y a sentirse mejor y más dueño de sí mismo; un nuevo contexto donde él mismo y su metabolismo responderán de modo equivalente; beneficioso, novedoso, apropiado.

El buen uso del lenguaje sirve como vía de revelación. Hay palabras que, bien utilizadas,  se convierten en palabras mágicas.  Cuando la persona las aplica y aprende a hablarse a sí misma y recibe mediante su propia voz la presión de mirar lo que debe mirar, la comida-excedente se cae por su propio peso porque sencillamente, ella desaparece de su conciencia, se corre del foco de su mente y otras cosas ocupan ese lugar de las cosas importantes.  Muchas veces las personas recurren a la comida para calmar dudas y penas. El buen uso del lenguaje para ir aclarando dudas y suavizando penas consigue frenar este impulso de llevarse algo a la boca como vía para paliar un sufrimiento, pues tal sufrimiento ha dejado de existir en el momento en que se ha dado con la solución.

Muchas personas, especialmente los que se consideran obesos de familia necesitan aprender técnicas de  lenguaje estratégico para poder diferenciarse de su grupo familiar. Necesitan reconocer primero sus ataduras lingüísticas para desbloquearlas después y liberarse. Necesitan aprender las pautas del lenguaje que los ayudará a cuestionar rumores, presuposiciones, creencias acuñadas sin filtro en sus conciencias,  a las que obedecen inconscientemente y de las que no pueden desprenderse aún sufriendo porque el desequilibrio emocional y la costumbre les impiden siquiera reconocerlas. Aprenden no recitando teorías de memoria sino cuestionando lo que hay que cuestionar. Aplicando los recursos lingüísticos que ofrece este programa de coaching para adelgazar cada cual descubre las fallas dañosas ; ellas saltan a la superficie en el trabajo personal; la energía en ellas se va diluyendo con las prácticas y junto con ello se diluye su limitante poder: asoman esas conductas que sirven, liberan y permiten progresar. Los individuos sufriendo a causa de una pobre y limitada auto-conciencia cuentan con herramientas y recursos efectivos para recuperar no solamente sus bellas formas corporales escondidas, sino también, libertad e independencia mental.

Tal como lo demuestra el caso del obeso de familia, la obesidad refleja ese fuerte sometimiento a personas, a entornos padecido por no pocas personas. También ilustra el apego a ideas, creencias, ambiciones, que pueden no ser propios pero que fueron fuertemente acuñadas hasta que llegan a sentirse como propios. Quien se considera obeso de familia puede dar cuenta de este fenómeno. Las familias hablan su propio lenguaje, con palabras, gestos, y costumbres mantienen vivos los códigos  de la "nosotridad" característica de la familia indicando las cosas que pertenecen a la nosotridad y todas aquellas otras que están afuera de ella.  En muchos casos, la enfermedad, el sufrimiento forman un núcleo aglutinante, factores que definen al grupo familiar.  Vemos familias de enfermos cardíacos, de hipertensos, de diabéticos, etc. (Dicho sea de paso, vale la pena remarcar que todas estas enfermedades que se tienen "de familia" son subproductos de enfermedades de la emoción que generan pautas de pensamiento muy bien delineadas y perfectamente distinguibles.) En su calidad de enfermedad, la obesidad no deja de ser en muchos casos, parte actuante silenciosa del acuerdo familiar, factor que define una identidad familiar. Ocurre en muchas familias un silencioso mandato de pertenencia, una especie de condición no verbalizada, como toda pauta tácita, para sentirse "de la familia".  Para ser aceptado incluso querido, hay que demostrar en muchas familias, que se sufre, por ejemplo, de obesidad. Para quienes despiertan a esta hipnosis generalizada y acarician las ganas de liberarse, el lenguaje ofrece herramientas radiantes para lograrlo. El lenguaje es un poderoso instrumento de cambio si se lo sabe utilizar. El lenguaje utilizado estratégicamente resulta liberador; si no lo fuera, de nada servirían las terapias parlantes, el psicoanálisis, la hipnosis, etc.

El uso estratégico del lenguaje permite optimizar las relaciones con uno mismo y con los demás. Permite establecer fronteras saludables, distinguir lo propio de lo ajeno; lo que es real de lo que es una suposición, una teoría de moda, un miedo o un rumor. Muchas veces el sobrepeso refleja la dificultad para poner límites. En la mayoría de las familias de obesos se observa la dificultad para establecer la diferencia entre lo propio y lo ajeno; la dificultad para establecer límites. Las guías de este programa ayudan a establecer estas distinciones; a reconocerlas y a defenderlas. Las guías van guiando los cuestionamientos de modo que lo que es una costumbre salta a la vista, y como toda revelación, también en este caso, el desenmascaramiento habilita el desarrollo de lo que es la verdadera aspiración personal. Una persona que tras desenmascarar por ejemplo, la abrumadora escalada de "deberías" con la que finalmente descubre que convive, consigue cuestionar su razón de ser, y evaluar. Avanza con pasos de gigante aplastando la superchería que le produce malestar emocional.

El lenguaje total (verbal hablado y pensado; y lenguaje gestual) es una herramienta ultra-sofisticada, sutil y poderosa capaz de conciliar las cosas de este mundo; capaz de producir transformaciones notables burlando fronteras de tiempos, entornos y creencias. Nuestro lenguaje refleja nuestra manera de percibirnos, nuestras ambiciones, nuestros miedos y nuestra visión de futuro.  El lenguaje del cuerpo es manifestación concreta de la conciencia. De no serlo nuestras voces emitirían un conjunto desordenado de sonidos, nuestros cuerpos se perderían en movimientos espasmódicos sin sentido alguno. No accederíamos al complejo y extenso mundo de las emociones.  Mediante el lenguaje nos ubicamos en el mundo; y gracias al lenguaje podemos representar el mundo exterior e influenciar el interior. También gracias a él podemos cambiarlos a ambos. De hecho, lo hacemos todo el tiempo. Las personas tergiversan sus recuerdos, cambian el significado de las cosas o aprenden significados nuevos gracias a la magia del lenguaje y de la comunicación. El lenguaje total, ese conjunto integrado de signos, conformado por palabras, gestos y miradas tiene poder transformador. Un poder abrumador. Con el uso estratégico de estas porciones del lenguaje que utilizamos a diario para aprobar o desaprobar, para relacionarnos o para tomar distancia, se puede iniciar una nueva vida. Podemos elegir si orientar nuestra mente hacia el pasado, el futuro o si forzarla a concentrarse en el presente detectando la perspectiva lingüística que opera mejor en nuestra mente ante un asunto determinado. Cuidando de mantener las emociones articuladas, podemos decidir de qué modo vamos a operar sobre el asunto y para qué fines.  

El uso estratégico del lenguaje se aplica para fines provechosos y también para los perversos. Solo basta reparar en la propaganda para notar sus impresionantes alcances. Con el lenguaje se declara la guerra, y con el lenguaje se firman los acuerdos. Dado que el uso estratégico del lenguaje consigue transformar radicalmente la experiencia humana; sirve para influenciar, manipular, gobernar, someter, orientar, ayudar o dañar, enriquecer, empobrecer, fortalecer, debilitar; vale la pena estar atentos. El proyecto “adelgazar” es sin dudas, un proyecto transformador: no puede prescindir de las fuerzas lingüísticas pues ellas son poderosas. Tampoco puede prescindir de las tácticas del pensamiento transformador si se pretende llenar de energía el proyecto y concretarlo en la realidad. Las imágenes y palabras que pueblan nuestro mundo interior no permanecen quietas. Tienen energía positiva o negativa.  Un cuerpo pensado como obeso es un cuerpo afirmado en la obesidad. Como todo síntoma o enfermedad, la obesidad es la última etapa de una causa que se inicia en la mente. Luego se afirma por efecto de la acumulación de energía emocional. 
El sobrepeso es la muestra cabal de que mente y cuerpo se comunican permanentemente; de que ejercen influencia mutua constante, y de que, por lo general, están de acuerdo por mucho que se asegure lo contrario. Creer, por ejemplo, en la existencia de un saboteador interior de la cual se es víctima,  es una decisión tomada, una manera de expresar una cierta preferencia por el sometimiento. O bien, es la muestra cabal de la falta de energías para expresar que no se está de acuerdo. 

Las palabras y los gestos están cargados de sentido. Algunas palabras son como una caricia mientras que otras resultan un latigazo.  Para todo proyecto de gran envergadura o de mediana importancia,  debemos aprender a utilizar el lenguaje cargado de sentido, pues en todo proyecto, el lenguaje conservará siempre el papel protagónico. Comunicamos y nos comunicamos mediante pautas distinguibles que incluyen, además de la palabra, gestos y movimientos. Ellos reflejan nuestras emociones, nuestras ideas; también definen nuestra actitud. Estamos todo el tiempo valiéndonos del lenguaje total: ¿Estamos seguros de utilizarlo bien?

Sirviéndonos del lenguaje total (verbal y gestual) ordenamos, desordenamos, planificamos, destruimos. Hablar es hacer algo; es mucho mas que pronunciar palabras. Ante un desafío, ante un proyecto o a la hora de concretar una ambición  hablar, como pensar debe servir para crear escenarios, imágenes, situaciones que ayuden a hacer realidad ese proyecto, esa ambición. Vale la pena aprender a pensar y pensarse; aprender a hablar y a hablarse a uno mismo. Aprender a imaginar y a reforzar una visión hasta convertirla en realidad. Quienes se consideren obesos de familia, obesos sin remedio, se harían mucho bien si se detuvieran a revisar ese lenguaje total con el que conviven y que los caracteriza y define. 

El uso estratégico del lenguaje aplicado al proyecto adelgazar enseña a poner una cuña a ese tipo de comunicación que lastima, entorpece, demora y hace imposible adelgazar y mantener el peso adecuado a lo largo de los años. El sobrepeso permanecerá inalterable, regresará siempre en la medida que persista el auto-concepto de obeso. Cuando la familia importa más que el individuo, las familias de obeso perviven aún a costa de la felicidad de sus integrantes. Como manifestè mas arriba, y aunque cueste creerse,  en no pocas familias es justamente la infelicidad de sus integrantes el factor aglutinante, la condición para la existencia de la misma, la razón de ser de ese esquema familiar. Se establece un extraño tipo de equilibrio aún en las familias más disfuncionales. Entre ellos se percibe un código cerrado, reglas impuestas no mediante la palabra y la lógica sino con la rigidez de una mirada, un gesto. Reglas fijas se huelen en el ambiente y que la mayoría de los integrantes sin poderse explicar, teme en grado extremo desobedecer. En estos casos, sin la infelicidad, sin la enfermedad que los une,  la familia, como entidad, se desintegraría. Por lo general, los integrantes de estas familias sienten esta amenaza pero no pueden explicarse a sí mismos el fenómeno ni su origen por lo cual quedan indefensos, sin medios para salirse de la trampa. En estos casos, la identidad familiar es más que una pauta fija, un asunto de máxima importancia, un asunto vital primordial que a menudo se defiende con la vida. Muchos de estos enfermos llegan a sentir miedo -- literalmente miedo--- a sanar pues sanar se convierte para ellos en motivo de segregación, una manera de ser distinto,  algo así como resultar un sapo de otro pozo. Así los integrantes más saludables necesitan forzar una ruptura para mejorar, alejarse del esquema familiar.  Los demás no sanarán definitivamente y para siempre,  a menos que produzcan un cambio oportuno en sus conciencias.. En otros,  esas fuerzas inconscientes fieles a la familia los someterán a tratamientos que serán más de lo mismo, los llevarán a elegir justamente esas dietas que conducen al fracaso; les harán caer en las mismas trampas, recrear las mismas ilusiones, soportar los mismos desencantos; los harán postergar indefinidamente y con rebuscados pretextos aquellos tratamientos que sospechen efectivos a condición de no prosperar, no liberarse, seguir perteneciendo.  Por mucho esfuerzo conciente que evidencien en pos de una mejoría, fuerzas inconscientes lo preservarán de la amenaza de la soledad o de sentirse marginados. Se defiende y se hacen cosas y esfuerzos extraños por la identidad familiar, como no se los hace por la identidad personal o en defensa de la propia vida.

El uso estratégico del lenguaje libera, permite erradicar daños en la conciencia; enseña a modificar el auto-concepto desde el cual operamos en el mundo. Nuestro auto-concepto, en buena medida sujeto a esa idea que conservamos de nosotros mismos, esa imagen intrapsíquica que nos indica cuánto espacio ocupamos, cómo caminamos, etc. esa imagen a menudo imperceptible pero que siempre se siente,  a menudo resulta pesada, es esa entidad casi con vida propia que nos acompaña a todas partes y define nuestras actitudes, preferencias y evitaciones. Podemos operar sobre ella. Podemos cambiarla mediante la palabra y el gesto.

Las palabras sirven para lastimar y para embellecer. Embelleciendo el auto-concepto mediante la palabra y el gesto damos alivio a nuestra conciencia personal. Todas nuestras conductas, las de la personalidad como las del organismo, se verán bellamente transformadas. Adelgazar manteniendo un perfecto estado de salud y buen humor es solo la consecuencia de este proceso que se inicia en la mente. Gracias a un uso estratégico del lenguaje se hace posible adelgazar y mantener hábitos alimenticios saludables a lo largo de la vida, Aferrarse a la vida y a la alegría de vivir. Gracias a los descubrimientos que asoman con el uso estratégico del lenguaje recuperamos las bellas emociones. 

El Coaching para adelgazar presentado aquí lo logra mediante el buen uso del lenguaje total, combinado con una oportuna educación emocional.  Enseña los pasos a seguir, y los cuestionamientos que merecen aplicarse para erradicar la adicción a la comida, el aferramiento a un auto-concepto que lastima. Los progresos que vayan a registrarse, y no la fuerza de voluntad per-se, resultarán los elementos motivadores por excelencia para sostener los buenos hábitos alimenticios a lo largo del tiempo.

El Servicio de Coaching para adelgazar de este sitio no es un curso dogmático; es orientador. Enseña a indagar, a cuestionar y a crear. No intenta imponer una filosofía ni una dieta. Todo lo contrario: obliga a tomar responsabilidad por la dieta que se elija. Libera haciendo responsables a los responsables que es siempre el individuo en cuestión. No admite asociaciones ilícitas como las que se observan en la telaraña de las culpas: ni echarse todas culpas a uno mismo ni culpar a los demás. Y en esa liberación se inicia el gran desafío: desde la primera entrega el individuo aprender a reconocer su grado de responsabilidad en su recuperación.  Aprende a hacerse cargo de las creencias y actitudes a las que conciente o inconscientemente adhirió en algún momento pasado y que lo llevaron hasta donde se encuentra en el presente. Aprende conceptos, tácticas y se lanza a tomar parte activa y responsable en el camino que lo va trayendo de vuelta a su peso normal. Así es que cada entrega es esperada con entusiasmo, curiosidad y una energía que crece con las prácticas.

Nuestro  programa tiene por objetivo ayudar a las personas a extraer datos de su conciencia y de su entorno y a utilizarlos con sagacidad para su beneficio y en perjuicio de nadie.  Todo practicante aprende a guiar a su sistema hacia un cambio beneficioso en su comportamiento integrado a partir de la implementación de un cambio positivo en su conciencia, en su manera de pensar, de hablar y de gesticular. El programa enseña a observar y observarse de un modo funcional, dinámico, siempre beneficioso. Siempre amable y tendiente a causar simpatía. El individuo aprende a operar con eficacia sobre sí mismo concientizando cantidad de gestos que forman parte de su personalidad, de su costumbre conciente o inconsciente, y aprende a combinar estos recursos y a utilizarlos a su favor. 

  El practicante que consigue eliminar los vicios que han venido lastimando su auto-concepto,  dañando o limitando esa idea que mantiene de sí mismo, de su persona, o del lugar que ocupa en el mundo, queda habilitado para mayores desafíos. Se percibe a sí mismo con mayor realismo gracias a  renovadas fuerzas emocionales;  con auténtica energía y seguridad en su pensamiento que le permite animarse a lícitas aspiraciones. Y en el ejercicio sostenido de sus prácticas, empiezan a tejerse en su interior actitudes y creencias apropiadas que lo favorecerán y apoyarán su buen proyecto de mejora personal. 

Las guías de evaluación y el registro de progresos exclusivos de nuestro programa agregan pautas clarificadoras que incrementan el sentido de responsabilidad y de determinación.  El programa de coaching para adelgazar de Aflorarte.com y LoQueEngordaEslaEmocion.com  ofrece las pautas del lenguaje que resultan transformadoras. Pero el programa no lo hace todo: es el individuo el que debe ponerse manos a la obra en un trabajo nuevo para él mediante un tipo de esfuerzo mental singular que no tarda en rendir los frutos que busca.  

 

Algunas revelaciones consiguen cambiar la mente, darla vuelta como a un guante. Cuando esto ocurre se hace eco la actitud y acompaña la apariencia física agradable y armoniosa. La conducta modificada empieza a generar vibraciones nuevas en la persona que se inicia en el entrenamiento, y conforme avanza en él siguiendo las pautas en cada entrega, nota que el programa va otorgándole renovado impulso; que el bienestar emocional realmente lo ayuda a avanzar en su proyecto. Y descubre que, además de descubrir pautas interesantes, su cuerpo adelgaza.  

 

La flamante actitud positiva va engrosando, potenciándose mientras el cuerpo va adelgazando, afinándose. Nuestro servicio de coaching es el resultado de una esmerada labor comprometida con la superación de un problema mediante carriles amables y completamente a-traumáticos. El servicio es permanentemente revisado, mejorado y actualizado. Revise las novedades visitando https://www. loqueengordaeslaemocion.com/ Solicitar-Servicio.htm# sintesis 

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